PEREZA

Existen días en los que no ves oportuno levantarte de la cama, en los que sientes que no hacer nada es la opción más apetecible, esto no sería tan malo si simplemente pudieses cumplir el perezoso objetivo, lo realmente malo es despertarse así justo el día en que más cosas tienes que hacer.

Te levantas por la mañana y ves que al despertador le quedan unos 5 minutos, esperas por él, pero cuando suena lo apagas y sigues ahí, es entonces cuando dentro de ti luchan la pereza y el deber, porque lo que realmente quieres es quedarte ahí no pensar en nada ni hacer nada, pero debes hacer esto, aquello, y lo de mas allá en cuanto termines con esto y aquello.

Esta lucha la suele ganar el deber, porque la pereza tiene una conciencia muy sensible, y sabe que derrotar al deber le estará remordiendo la conciencia todo el tiempo que esté ocupando su lugar, la pereza siempre necesita muchas más condiciones para que pueda sobreponerse al deber.

Cuando en uno de estos días en los que debes hacer de todo, surge la pereza, la victoria del deber no es ni gloriosa ni absoluta, el deber también tiene su corazoncito, y recuerda a la pereza todo ese día tras derrotarla. Y eso es visible cuando te levantas pesadamente, te vistes sin ganas, te lavas sin pensar lo que haces, y desayunas lentamente mirando a la pered de enfrente… Y como si las extremidades pesaran más de lo normal, arrastras miserablemente tus pies mientras te diriges casi reptando a ese día de muchas cosas que hacer.

Los días así son largos, los días así, se convierten en una cuesta arriba en la que la pereza está en lo alto esperando por ti, sabiendo de sobra que te rendirás a ella al final,y en efecto, una vez que el deber haya terminado su trabajo, entonces solo cuando llegas, te rindes a la pereza te tumbas en la cama y cuando ya estas donde quieres estar, en lugar de disfrutar de la pereza, a tu mente asaltan los refuerzos del deber para recordarte de que mañana también tienes cosas que hacer, te ves ahí en la cama mirando para el techo organizando las cosas hasta que caes inconsciente.

Para estar con la pereza debes dejarlo todo, solo dedicarte a ella porque en otras circunstancias la pereza solo sirve para que te sientas mal cuando no haces nada mientras piensas en lo que tienes que hacer.

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